Tal vez el título correcto debería ser los negociadores y sus enemigos
. En los días que corren, aparecen muchas negociaciones en las noticias. Estados Unidos negocia con Cuba, con Irán y, lo más reciente, parece que con Venezuela. El gobierno de Colombia está negociando con un movimiento que durante muchos años ha estado contra el gobierno: las FARC.
Luego están también las pre-negociaciones, que podrían no llegar a la etapa de negociación: Rusia y la Unión Europea (dentro de ella, el gobierno de Kiev en Ucrania y los gobiernos autonomistas
de Donetsk y Lutsk; China y Estados Unidos; el gobierno de Afganistán y los talibanes.
Finalmente, en el espíritu del misterio del perro que no ladró
, de Sherlock Holmes, están las negociaciones que NO están ocurriendo: Israel y los palestinos; Irán y Arabia Saudita; China y Japón.
¿Qué nos dice acerca del estado del mundo situar un foco particular sobre tales negociaciones, incluidas aquellas que no están ocurriendo? Lo primero es que, mientras más cerca estamos de unas negociaciones reales, más fiera es la oposición a un acuerdo que resulte de ellas. Quienes están a favor, de algún modo dudan y siempre están inseguros de poder hacer que sus propios simpatizantes acepten cualquier arreglo que resulte en un acuerdo público con el otro bando. Pero quienes se oponen no dudan para nada. Son feroces, están muy enojados y utilizan cualquier apalancamiento que bloquee o sabotee las negociaciones.
¿Son las negociaciones algo bueno? Ese es, exactamente, el argumento. La ventaja más grande de las negociaciones que finalizan con una especie de acuerdo de compromiso es que reducen (reducen, no eliminan) el sufrimiento que la continuación del conflicto impone a casi todo mundo. Una segunda ventaja es que quienes favorecen la continuación del conflicto continuamente arguyen que el modo de ganar es incrementando la presión –más acciones militares, más bloqueos, más tortura–, lo que resultará en un incremento progresivo de la violencia en el tiempo, algo que un acuerdo frena, más o menos.
Pero existe también algo negativo. El otro lado sobrevive, y algunas veces inclusive prospera. El acuerdo los legitima. Y si son atacados políticamente, pueden argumentar –y lo hacen– que sus acusadores están intentando revivir el conflicto y socavar el acuerdo. La paz, si así es como le nombramos, tiende a lograrse al precio de no desafiar las injusticias subyacentes que, para empezar, provocara el conflicto. Vemos esto en el papel jugado por los antiguos revolucionarios, en la era posterior a los acuerdos, en países como El Salvador o Guatemala.
¿Cuándo es que ocurren estas negociaciones, esos acuerdos? Un elemento crucial es el extenuamiento político interno combinado con un punto muerto militar. Pero esto no es, por lo común, suficiente. El segundo elemento crucial es la presión geopolítica externa. Los países no involucrados directamente en el conflicto –que de alguna manera están atados a uno u otro lado de una negociación–, encuentran que es su interés como tercer país que el conflicto termine. Han adquirido un interés en el conflicto, y su interés requiere que el conflicto cese. Si Estados Unidos o Cuba están negociando hoy, la explicación yace en la combinación de presiones internas en el caso de Cuba y de presiones externas en el caso de Estados Unidos.
Si miramos las dos ausencias más fulgurantes en las negociaciones –Arabia Saudita e Irán, o Japón y China– ¿por qué siempre la retórica de enojo, por qué tanta hostilidad? A un antropólogo que viniera de Marte le resultaría difícil creerlo. Arabia Saudita e Irán comparten un profundo compromiso con la cultura islámica y un respaldo muy fuerte hacia la sharia. Japón y China comparten un compromiso mutuo y prolongado con una serie de valores culturales entrelazados y aun estructuras y símbolos lingüísticos.
Y no obstante se denuncian unos a otros, y prosiguen el objetivo geopolítico de debilitar al otro en términos de poder e influencia geopolíticos. En estos días invocan deliberadamente las partes de sus legados culturales que los diferencian uno del otro en vez de invocar esas partes que, de hecho, podrían juntarlos.
¿Por qué, por qué, por qué? Una respuesta es que el liderazgo en cada uno de esos países tiene que retener, en su interés propio, la imagen del otro como enemigo. Enfrentados con los profundos cismas internos que podrían desgarrar estos países, apelan a la cohesión nacional que se enfrenta a una supuesta amenaza externa. Una segunda razón es que las fuerzas exteriores urgen al conflicto, debido a que es en el interés de estos terceros países el que las hostilidades existan y se definan de ciertas maneras.
Las negociaciones entre Arabia Saudita e Irán podrían perjudicar el interés de Estados Unidos, Turquía, Paquistán, Israel y muchos otros. Las negociaciones entre China y Japón podrían alterar no sólo a Estados Unidos, sino también a India y tal vez a Rusia también. Así, en estas dos negociaciones putativas hallamos condiciones que son el opuesto exacto de los casos donde las negociaciones van ahora caminando. En las negociaciones en curso, existe una presión interna positiva y una presión externa positiva. En los sitios donde no hay señales de negociaciones serias, hay presiones internas negativas y presiones externas negativas.
Hacia donde nos dirigimos. Debemos recordar siempre que la geopolítica es un juego fluido, y más particularmente en este tiempo de crisis estructural en el sistema-mundo moderno con sus rápidos y caóticos vaivenes en todos los ámbitos, donde no son menores estos vaivenes en las alineaciones geopolíticas. El ambiente puede cambiar, y bastante inesperadamente. Recuerden que las pre-negociaciones tienden a ser secretas –mientras más secretas más exitosas. Hasta donde sabemos, están en curso ahora mismo. Y es que tal vez sólo cuando hay filtraciones secretas y cuando sabemos que las negociaciones comenzaron es que los enemigos se movilizan e intentan sabotearlas. Y por supuesto es bastante frecuente que los enemigos de las negociaciones ganen. Trabajan muy arduamente para que fracase un potencial acuerdo EU-Irán. En el caso de este potencial acuerdo, yo confío en que se llegue a un arreglo, dado que los aspectos positivos pesan mucho más que los negativos.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2015/04/25/index.php?section=opinion&article=018a1mun
Traducción: Ramón Vera Herrera
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